miércoles, 1 de junio de 2016

Dia 2 : Rutinas

Llevaba más de 15 años con una misma rutina, con un horario laboral totalmente incrustado en mi cabeza y en mis hábitos. Excepto el último año dónde ya me permití el lujo de tener las tardes libres a partir de las 15, la mayoría de los días eran iguales, iguales en cuanto a ser una esclava de un trabajo dónde se premia al que más horas trabaja, al que más calienta la silla, no al que más aporta, al eficiente, no, se valoran las horas que estés allí, da igual lo que hagas. Antes promocionará alguien que se pase 12 horas trabajando con un resultado mediocre que alguien que haga sus 8 horas y obtenga mejores resultados. Sí, absurdo, ineficiente, anticuado, inútil, de borregos...
Pero eso, año tras año, inculcado por tus jefes, compañeros,...se va grabando en tu cerebro  y acabas siendo un borrego más.
Y es una de las cosas que más me ha costado aceptar y cambiar. El primer día que ya no trabajé en la entidad, 1 de octubre de 2015, ya estaba a las 8:00 en mi mesa, estudiando y devorando conceptos. Comía en media hora, volvía, no entrenaba, fines de semana....Me costaba aceptar que no podía tener tiempo libre, tenía que cumplir con un horario, hacer las máximas horas posibles, porque si no, no tendría éxito. Así me lo enseñaron y así era yo. Y si no te exprimes, si no trabajas 12 horas al día, sino te mueres de sueño y cansancio, es que no te entregas al máximo y no lo conseguirás. (aclarar que siempre puede haber momentos en que habrá que hacerlo, por los motivos que sea).
Pero, van pasando los días, los meses y empiezas a entender que no por madrugar amanece antes. Las cosas hay que ir asimilándolas poco a poco, interiorizándolas, se aprende con tiempo, paciencia y constancia (al igual que en el deporte), no con atiborrarte de horas y horas, eso sólo lleva al agotamiento y al corto circuito mental. Y creo poder afirmar que he cambiado.
Y necesariamente debía cambiar, ya que en este trabajo, si quieres estar al 100% no puedes pasarte muchas horas. Cuando operas, has de estar mirando la pantalla, viendo como suben y bajan unas velas verdes y rojas, concentrada, sin mirar el móvil, sin mirar internet, sólo la pantalla y tú. Y, evidentemente no puedes estar más de 3 horas con ese nivel de concentración, es humanamente imposible. Y has de empezar despejada, serena, habiendo descansado, relajada, para afrontar la sesión en las mejores condiciones.
Y es así como he cambiado una y otra vez mi nuevo horario hasta encontrar uno que, creo, que es el definitivo. Uno que me permite afrontar las sesiones operativas en las mejores condiciones y, que me permite hacer otras cosas, a la vez necesarias, para tener un equilibro en la vida y ser feliz.
Me levanto a las 6:30, sacamos a nuestro perro, Fuyur, desayunamos con calma y a las 7:30 estoy en mi mesa. Lo primero que hago es ver cómo amanece el mundo, cómo se levantan los mercados, cómo cerraron ayer, noticias,...para luego, repasar la sesión de ayer y analizarla, operativa y psicológicamente.
De 8:30 a 10 estudio idiomas, inglés o francés, voy alternando.
A partir de las 10:00 toca entrenar, una, dos horas, lo que toque. Ya hablaré de eso otro día.
Entre 12:30 y 13:00 empiezo a comer. También hablaré del tema alimentación más adelante.
Duermo la siesta. Importantísimo. Hasta ahora no me permitía el lujo de hacerla. Nunca la hacía, excepto el fin de semana, y me parecía "incorrecto" hacerla los días laborables. Pero me he dado cuenta, que media hora de descanso es vital para empezar a operar despejada y descansada, sobretodo habiéndo entrenado.
A las 14:00 vuelvo a mi mesa, preparo la sesión y al lío.
A las 18:00 punto y final de la sesión.
Y aprovecho el final del día para sacar otro entrenamiento, más suave, para despejar la mente y hacer un reset.
Y así, día tras día, felizmente inmersa en una rutina que me encanta y que lucharé para que no termine jamás.



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